Joya urbana a menor escala y paraíso culinario
Competir por la atención del turista con ciudades del encanto, la belleza y la imponencia de Venecia, Verona, Florencia y Milán no es tarea sencilla. Pero si la pretensión pasa por un destino más tranquilo, menos tumultuoso, y al mismo tiempo existe limitación de tiempo y la necesidad de un viaje menos prolongado, entonces Bolonia es una alternativa extraordinaria.
Un lugar que se distingue entre las localidades más sugestivas y fascinantes del norte de Italia, no solo en virtud de sus calles medievales sinuosas, sus plazas y sus característicos pórticos sino también por haberse convertido en una de las mecas gastronómicas de la región de Emilia-Romaña. Dos días en esta hermosa metrópolis son ideales para deleitarse con su majestuosa arquitectura y disfrutar de una fantástica experiencia culinaria.
Bolonia tiene una ventaja adicional que refuerza su condición seductora y es su centralidad en la geografía italiana. Los accesos por autopistas o a través de la formidable red ferroviaria permiten llegar con facilidad desde la mayoría de las grandes ciudades y visitar otros destinos de interés.
El punto de partida es el propio corazón de la ciudad, la plaza central conocida como Piazza Maggiore, un lugar de reunión habitual de residentes y viajeros que, al igual que numerosos otros espacios del viejo continente, representa un viaje por el túnel del tiempo en una zona que data del año 1200 y está circundada por áreas de interés. A través del recorrido por estas calles llenas de historia y tradición, la imaginación permite remontarse a la vida como en otros tiempos lejanos.
La basílica de San Petronio concentra casi toda la atención en la plaza principal. Con 130 metros de longitud, la iglesia impresiona por sus dimensiones -es la quinta más grande del mundo-, pero también por su curiosa historia. A pesar de haber comenzado su construcción hacia fines del año 1300, su fachada aún permanece incompleta ya que el Papa de la época decidió interrumpirla porque no pudo consentir que superara en tamaño a la Basílica de San Pedro en Roma. El interior de San Petronio también es impactante, con unos murales magníficos adornando las capillas.
A una cuadra de distancia, en Vía dell’Indipendenza, se encuentran algunas de las obras de arte religioso más ostentosas de la ciudad. Siguiendo el camino por la plaza, en una de sus esquinas, se tropieza con el punto más famoso de la ciudad. La fuente de Neptuno domina la escena, con el ciclópeo dios de bronce, fornido y corpulento, rodeado de ángeles y cuatro sirenas.
Dos torres icónicas, Asinelli y Garisenda, que se elevan altas como vigilantes medievales, brindan panoramas sorprendentes de la ciudad. Sede de una de las universidades más antiguas del mundo, fundada en 1088, Bolonia tiene una tradición arraigada de aprendizaje. La vida académica le imprime, al mismo tiempo, una energía vibrante con todo el vigor estudiantil.
Una de las grandes atracciones de esta urbe, acaso uno de los aspectos ms sobresalientes de su arquitectura, está simbolizado por los llamativos pórticos. Designados Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2021, pueden encontrarse dispersos en toda la ciudad. Originalmente construidos con la idea de que los dueños de edificios privados desarrollaran sus propiedades sobre los pasajes públicos, los hay de distintos estilos: Renacimiento, Románico, Gótico y Moderno.
Los pórticos de Bolonia permiten caminar por las calles del centro de la ciudad, salir de compras o ir de un museo a otro, encontrando un amparo en todas las temporadas y con todos los climas. Pintados en colores tan vibrantes como el resto de la ciudad, que van del terracota y el ocre al naranja pasando por el amarillo, pasear por Bolonia implica levantar la vista de modo constante para apreciar la armonía de su edificación.
Antes de pasar a la comida, que merece una descripción particular, vale la pena una caminata por los encantadores mercados de Bolonia, que representan todo un deleite sensorial. Se destaca, con claridad, El Quadrilatero, un añejo mercado de alimentos que cautiva con productos coloridos, especias aromáticas y comidas italianas típicas. Recorrer sus puestos y degustar las delicias locales es uno de los itinerarios obligados de Bolonia.